Amiga ( Poema dedicado a Mabel Redona)
¿Cuánto
tiempo nos dedicas?
Es
evidente: la alfombra de tu casa
cuesta
tanto como cinco mil consultas.
Probablemente
dirás que eres inocente.
La
mancha de humedad en la pared de nuestra casa
dice
lo mismo.
Bertolt
Brecht
Amiga
yo no tengo remedios para sanar tus
nanas
el sol nace en la mañana y nos
calienta el alma
yo te hurgo los ojos para ver si
aún lloras
y tus lágrimas caen como agua de
vertiente
en mis manos mojadas con tu llanto
de lluvia
amiga
me llevo el recuerdo de tus luchas
y pienso: ¡hay que recordar que la
esperanza es nuestra!
¡que nunca la perdimos!
¿o sí? yo digo que no
amiga
yo creo que debemos renacernos la
ternura
porque nos quieren tristes para
vernos hambrientos
nos quieren solos para que no
tengamos sed
¡y es cierto carajo!: ¡nadie tiene
un mísero centavo!
pero a nosotros mi amor
nos sobran tantas ideas de lucha y
dignidad
que te juro querida no podrán con
nosotros - yo sé que no podrán
¡ya sé que no hay trabajo - ya lo
sé!
y que no hay doctores que nos curen
la moral y la deshonra
de ver que nadie tiene para comer
mañana mismo un pedazo de pan
a pesar del esfuerzo del trabajo
diario
pero amiga – tú siempre me
preguntas
ahora pregunto yo:
¿cómo se calienta la barriga?
¿cómo se cura el dolor de la
deshonra?
¿cómo te condeno a sobrevivir con
mi optimismo?
si no hay - pichonamía - no hay
ya sé - no llores el dolor de los
náufragos que aún no naufragaron
mipalomita: ¡veámonos! ¡marchemos
con el pueblo a la victoria!
¡camíname un poquito el optimismo!
que hoy nos tomaremos un helado
para endulzar la vida
y esta vez, será un bombón de
chocolate
Poema
extraído del libro “Esperándola”, Colección Libros de la Calle , año 2010, Luis
Vilchez
Convido esta
ves la poesía de Mabel “La Negra ”
Redona, una compañera, porque compañero es quien se hace compañía, quien te
acompaña hasta un fin. Y ella es de esas. Siempre dispuesta a gozar cada minuto
como si fuera el último. Con ganas de decir y de narrar sus historias o las de
otros escritores. Mabel entro al corazón de quienes nacemos la revista El
Viento como si fuera un huracán, cual torbellino del poema gozador de
amares. Si vas por la calle y encontrás
en el camino una sonrisa a flor de piel que te dice: ¿Cómo va compadre?
Seguro es la
Negrita , que en forma de susurro, nace un verso.
Obra de Mabel Redona
Esto es
changüi, una propina, una yapa.
Esta es la oportunidad de ser feliz una vez más, de amar y hacer lo que se tenga que hacer. Y hacer lo que no se debe hacer, también.
Pero es un changüi, vida, y así te tomo. Y no te voy a largar así nomás. Primero te disfrutaré tramo a tramo. Primero saboreo el placer de tenerte en mi, sin dolores, sin verdades absolutas, porque esta yapa también me enseñó la inevitable verdad de la caducidad de las cosas, y los amores, y los olores y colores.
Esta es la oportunidad de ser feliz una vez más, de amar y hacer lo que se tenga que hacer. Y hacer lo que no se debe hacer, también.
Pero es un changüi, vida, y así te tomo. Y no te voy a largar así nomás. Primero te disfrutaré tramo a tramo. Primero saboreo el placer de tenerte en mi, sin dolores, sin verdades absolutas, porque esta yapa también me enseñó la inevitable verdad de la caducidad de las cosas, y los amores, y los olores y colores.
Qué lindo
cuando iba a lo de don Mustafá, en mi Bagual querido, calle de médano y
tamariscos, y al comprarle las galletitas con confites, venía la yapa, el
changüi, la caricia, el mimo.
Y allá iba la negrita Redona, y allá va todavía, con el changúi en la mano, y el mejor confite, sabroso, en la boca.
Y allá iba la negrita Redona, y allá va todavía, con el changúi en la mano, y el mejor confite, sabroso, en la boca.
…………………………
Que cosa entender, recién ahora que nada, nada, es absoluto.
Ando medio lerda, en la vida…
Ando medio lerda, en la vida…
…………………………….
Crónica de un viernes de zonda
Ni siquiera se arrimó al mostrador. Tampoco nos miró por
un buen rato. Estaba demasiado ocupado haciendo algo con unos papeles que se
amontonaban sobre su escritorio como torres inacabables.
Nosotros permanecíamos solos, tan solos entre tanto papel
importante. Y esperando, inseguros.
Ya sabíamos el final, pero aun así esperábamos, quietos,
el final.
Solamente levanto la vista de sus papeles, haciendo un
gran y fastidioso esfuerzo. Entonces miró. No a nosotros, sino entre medio de
nosotros. Como a la nada de nosotros que dejaba un espacio por donde mirar.
Tenia unos ojos chiquitos y verdes. Unos rulitos de nene
mimado por su mamá hasta el extremo de crucificarlo para siempre entre papeles
protectores.
Miro y hablando al espacio dejado por nosotros dijo,
levantando un papel al que no llegábamos a distinguir, mostrador de por medio y
tres metros ocupado por sillas y su escritorio.
-Vino el ministro de hacienda y acaba de anular el pago.
Siempre pensé que llamar ministro de hacienda a quien
maneja los dineros públicos, era una obscenidad absurda y desprolija. Esta vez
lo estaba comprobando.
Era viernes y ya las tres de la tarde. Todos queríamos
volver a casa y regar las plantas porque zondeaba el viento norte y nos ahogaba
de veras.
Pero nosotros, los invisibles, hacía meses que estábamos
tras los pasajes que trajera a los pagos al amigo escritor, el que tanto
queríamos escuchar, el que era amigo de tantos amigos, el que no se había
cayado cuando tantos…
Y ahora, mientras el viernes empezaba a derretirse por
las cortinas inmundas, también se nos escurría la posibilidad de traerlo.
Porque no teníamos la plata para hacerlo, porque habíamos
confiado en que una institución con ojitos claros y rulitos incapaces fuera
capaz de darnos, tirarnos un centro, ayudarnos, entregarnos, regalarnos,
ofrecernos.
Pero no.
Y el señor de los papeles blandió en el aire unas hojas
cruzadas con un NO en birome azul. Y qué íbamos a hacer nosotros dos con ese
vacío creado por los ojos que no nos miraban.
Creo que intentamos algún argumento sabiéndolo
absolutamente inútil. La burocracia es una férrea protectora del poder, pero
más aun, es una torturadora de la gente común, a la que enreda con promesas que
se pierden por pasillos casi siempre alterados por el movimiento de cortinas
inmundas.
Cuando salimos al pasillo, alcancé a sentir la mano del
amigo diciéndome, vamos negra!, pero me quebré como siempre, flojera de
corazón, y antes de empezar a bajar la escalera de hierro, solté unos
lagrimones que espantaron a la señora que limpiaba el pasillo, y el escritorio
de rulitos saltones y de la inexistente asesora que cierto, estaba al costado
de rulitos, rubio oxigenado sobre nácar rojo en las uñas en punta. Despalabrada
y miradora, nomás.
Bajamos las escaleras y pasamos por el patio interior,
íbamos derecho a hablar con la secretaria del que tiene el chpetín por el
palito. Había en el patio un run run de chicas tan jóvenes que daban miedo y
envidia. Entre ellas no había vacíos hormonales, sintácticos, ni vacíos de
ningún tipo. Solamente había risas. Bonitas risas. Esperanzadas risas de casi
adolescentes risas.
Una de ellas me abrazo y me dijo, negra, qué haces?, y yo
la abracé porque la quiero y le dije, nada, acá estoy redescubriendo la
perversidad institucional. Se rió pero como para hacer algo y me abrazó de
nuevo. Dale negra, ya va a pasar. Y me amigo que me dice, vamos.
Pero subimos, obstinados y cabezones, a buscar lo
prometido, a pelear, a discutir, a pedir y renegar, aprometer que nunca más
creeríamos en lo que ya sabíamos que no era creíble.
A pesar de todo nos abrieron las puertas, después de un
tiemble, algunas alarmas y teléfonos sonando, nos abrieron.
Y a nosotros, que nada sabemos de la burocracia solamente
que es mala y perversa, nos tranquilizaron de verdad y nos solucionaron la
llegada del amigo.
Con datos, con certeza de lunes a la mañana, con
papelitos que tienen números de expedientes largos como la noche más
larga.
Y firmas. Muchas firmas.
Y nos fuimos del lugar, no sin antes espantar a la
señorita que cuida la entrada de la entrada de la entrada porque quisimos,
pobres ingenuos, pasar por el molinete custodiado por experta señorita que,
blandiendo tarjeta en mano me miró como diciendo: señora, si será ignorante y
negra.
Y yo la miré y le dije sí a todo.
Si, soy ignorante y negra.
Y también de una generación casi perdida que no entraba a
las casas con tarjeta, aunque las puertas de ellos hubieran sido derribadas a
patadas.
Si, somos ignorantes. Y creemos también que escritores y
poetas.
Y somos también ingenuos, y pelotudos en grado sumo. La
pelotudez elevada a la enésima potencia astral y desarrollada como para volar
en cohetes a alturas siderales. Todo junto, todo eso somos.
Pero el aire que respiramos cuando salimos.
El viento zonda que nos dio en la cara
El cambio de vereda por la de más sombra, mientras
hacíamos planes para la reunión de la tarde, rogando que los sachet de leche
que mi amigo había comprado antes de las tres horas de plantón no se hubieran
echado a perder a pesar de las malas ondas de rulitos ensortijados y el
mismísimo ministro de hacienda.
Esa libertad, ese regocijo inapropiado nadie nos lo
quitó.
Ni aun la espera del cole, ni el chofer cabeceando una
breve siesta en la terminal, ni cuando nos separamos, él esperando llegar a su
amor, yo a descansar la vida después de tanto ajetreo.
Y todos prometiéndonos que la próxima no nos vamos a
equivocar. Lo vamos a hacer mejor. Seguro que si.
A pesar de las lágrimas y las cortinas mugrientas.
A pesar de las promesas cumplidas tras el ruego
A pesar de los pedidos de perdón.
Creemos, porque es nuestro destino. Creer para seguir
adelante. Como un legado, como una vieja y siempre presente alegría.
A tú oído
A tú oído
yo
susurraría
palabras obscenas
dulces,
suaves
Para que tus
labios se curven
En una
sonrisa cómplice.
A tu cuello
yo
Llenaría de
besos
húmedos,
cálidos
Para que tu
piel
se erice de
placer
A tu
espalda
Yo
la
recorrería de cabo a rabo
con una
caricia de
mi mano
caliente
expectante
deseosa.
Para que
finalmente
en el colmo
del deseo
me cubras
para
siempre.
Mayo, junio 09
Amor después de la muerte
El rayo fue
fulminante, lo partió en dos, y lo que menos que se puede decir es que
Furibundo Valle quedó seco.
No señor.
Quedó todo mojado. En su propia sangre empapado y pegajoso para siempre jamás.
El hacha, a
un costado de su dividido cuerpo y sostenida por esa mano fuerte como pocas, a
duras penas pudo serle arrancada. Ella fue parte de ese cuerpo durante su vida
de hachero y parecía querer seguir siéndolo ahora, en este tiempo desolado.
Tan feliz
fue Furibundo el día que se la regalaron, que hasta nombre le puso. Serena Luna
la llamó.
La noche de
su séptimo cumpleaños, tapado con las
colchas marrones hasta la barbilla y mientras miraba la helada noche de julio por
el agujero del rancho que hacía de ventana, descubrió la redondez de la luna
como telón de fondo y sintió que ella alumbraba sólo para él.
En su honor
y en recuerdo de ese mágico momento, la llamó Serena Luna.
Nunca la
consideró una herramienta de trabajo, nunca verdugo de
esos orgullosos árboles que terminaban inclinados ante su voraz golpe.
Nunca la
tradujo.
Para
Furibundo Valle, Serena Luna fue el mejor regalo que le dio la vida, nunca el
patrón que lo esclavizó. Y con ella vivió una historia de amor, de trabajo
embrutecedor y embrutecido, que recordaría aún después de su muerte.
Por ahí
está la magia, la continuidad de los bosques partidos, los ríos con troncos,
los pájaros sin ramas.
Cuentan sus
compañeros de jornal que luego de enterrarlo, dividido, dejaron suavemente
depositada sobre el montón de tierra a Serena Luna, como identificación
inequívoca del lugar de su reposo final. Y ellos cuentan, dicen y juran a quién
quiere oírlo, que aún hoy la sangre brota desde el interior de la tierra marrón.
Y dicen también que ella, Serena Luna, como una novia fiel, bebe de cada gota
hasta saciarse.
Yo todavía
no fui a verlo. Pero lo creo todo.
Llegó la muerte y tenía tu rostro
Si la
muerte llega
como dicen
en el barrio que ha llegado
quiere
decir que alguno la espera
o la busca
o la piensa
o le teme
Quiere
decir que
en algún
momento de triste desesperación
cuando esas
lágrimas ni siquiera corren,
cuando esos
hombros ya no se sacuden...
Fue deseada
profundamente
Como un
amor,
como alguna
soledad.
Como otras
alegrías siempre cortas.
Si la
muerte llega
y además
tiene el relieve de tu cara,
la sombra
de tu cuerpo
recortado
al final de estos álamos recién brotados,
quiere
decir inequívocamente
que yo me
expuse a ella y la busqué
por estas
calles tan desiertas de pasiones y vacías
de
esperanzas concretas
Si la
muerte llega
como siento
que se acerca ahorita mismo
a cerrarme
los ojos,
quitarme el
aliento,
secarme la
piel, crecerme el pelo, las uñas,
y dejarme
tan inmóvil
Es porque
no te supe buscar a vos
Y la
encontré sólo a ella.
Siempre
existente.
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