29 de agosto de 2015

Luis Vilchez - Vicente Zito Lema, ese compañero poeta - Poesía Periodística (Parte 20)

 Podemos empezar por una invitación a nuestros lectores, el día viernes 3 de setiembre Zito Lema realizará un Conferencia “La palabra es un fuego eterno”. Presentación del libro "Trelew, una ardiente memoria". Es una potente antología de poemas sobre Trelew y sobre el espíritu de nuestra generación y también incluye testimonios y reflexiones de compañeros de entonces pero también de pensadores de estos. La cita es en el Micro cine de la unsl a las 20 hs. luego alli mismo en el Bufete comienza la peña, festejamos la alegría. Esto es en el marco del festejo de los 16 años de vida de la revista “El Viento” (más información en grupo abierto de Facebook XI Encuentro de arte y memoria). Toda una alegría podar contar con su presencia. Fundamental para seguir el camino, ya que uno sin referentes, creemos, no es nada. 


A batallar (Poema dedicado a Vicente Zito Lema) 

Porque yo doy batalla 
y digo basta a los que son tan tercos

y digo ingratos a los que se quejan
por el solo hecho de tener dinero

yo digo basta - siempre batallando
y les exijo señores que se vayan

que dejen de joder con tanta daga
que el hambre no se cura con discursos

que hay un país con gente que se muere
y no hay doctores que te curen la moral

cuando todo… todo todo… hambre y hombres
transcurre en días nuevos y años nuevos… siempre igual

y doy batalla -pues- soy testarudo
no quiero escuelas con maestros tristes

ni niños pobres que coman basura
ni blandos pájaros que vuelen sin rumbo

yo doy batalla porque soy tu hermano
porque soy tu sangre y soy tu aroma y soy tu pelo

y no nos queda otra cosa que darnos las manos
confraternizando pensamientos nuevos

la paz se logra si no existen guerras
la guerra es cruda -cruel- maldita guerra

necesitamos un mundo con sueños
un hombre de agua y una mujer de barro

madre de las madres la bendita tierra
que contaminan sin piedad los tercos

los tantos - tantos - millonarios pobres
los desperdicios de algun nacimiento

yo canto árboles - cerros y montañas
mares eternos - lagos - madreselvas

canto y denuncio y les digo: ¡basta!
les doy batalla con una palabra

busquemos todos un futuro prospero
un buenos días con un lecho tibio

¡tanta avaricia nos hace más daño
tanta injusticia - tanto desengaño!

corazón roto - terco caminante
busca poetas que te den sus manos

canta canciones de tus propios pagos
nace y construye panes y trabajo

¡vamos - te invito a darnos una tregua!
a coexistir batallando a los impíos

a construir siempre desde la práctica
la resistencia a un mundo tan frió

a batallar soñando el porvenir
cerrando el ojo fresco al terco desamor

a ser más hombres - combatiendo el hambre
soñar palabras que tengan futuro

no nos quedemos 
¡no! - no nos quedemos

Poema extraído del libro "Poemas de amor para una olla vacía", Ediciones Madera y Verso, Luis Vilchez, año 2008



Primer programa de Epocas, Vicente Zito Lema conversa con el dramaturgo, siquiatra y militante Alfredo Grande.
youtube.com




Quienes en Juana Koslay nacemos Vientos desde hace ya 16 años, luego de admirar y gozar de su obra literaria y de su coherencia en la vida con tantos gestos de amor para la gente, conocimos por fin a Vicente. En el año 2010 presentamos el libro Las Hojas, número 12 de la Colección Libros De La Calle, Compilación de Testimonios, notas, poemas, cuentos, crónicas varias, de escritores de la década del 60 y 70 que publicaron en la Editorial Papeles de Buenos Aires, Ediciones La Pluma y La Palabra dirigida por el poeta Roberto Santoro y escritores que han publicado en la Revista Cultural Latinoamericana (Guturalmente hablando) El Viento dirigida por la escritora Mónica Algarbe y quien les escribe. En la contratapa del libro el escribe en un texto que titulo” Los fuegos no se apagan”: 

Cuánto hemos debatido con los compañeros sobre la poesía, el arte, la revolución y la belleza. 

Por entonces éramos muy jóvenes, creíamos que los amigos serían eternos y la muerte apenas una piedra arrojada al vacío.

Nuestros escritos del pasado, y otros escritos del presente, porque los fuegos y las criaturas humanas se renuevan, así como la experiencia renueva la conciencia, pueden verse entonces como registros de una obstinación histórica, ya que muchos de los grandes sueños siguen sin concretarse, y pesa en nuestras espaldas el cuerpo de los caídos

Fue discípulo del creador de la escuela de psicología social, Enrique Pichon-Rivière. Junto con las Madres de Plaza de Mayo funda en 2000 la Universidad Popular Madres de Plaza de Mayo, de la cual fue rector hasta 2003. 

Su poesía aborda temas de la problemática social incluyendo relatos, crónicas, datos de episodios políticos. Un lenguaje despojado y veraz refleja la clara intencionalidad de comunicación directa con el lector. Ferviente hincha del club de fútbol Racing Club de Avellaneda (destinado a sufrir).

Obra de Vicente Zito Lema

Hay gente que es artista sin tener conciencia de serlo. Entonces sueña como artista, vive su arte y su vida es un arte. Es gente que anda por ahí, sin pensar en la tierra ni en el cielo y que actúa en armonía con algo que la sociedad no quiere que exista y por ello se confabula para abortarlo, o destruirlo. Es una armonía que se establece con lo desconocido, por lo perverso, con lo reprimido, con la ansiedad de lo divino y con el deseo de matar, que es igualmente necesario. Esa armonía los hace artistas, y no tienen conciencia de serlo. Si tuvieran conciencia, quizás todos los prejuicios que existen sobre el significado que socialmente tiene “ser artista” harían que su acción vital se desvirtuara. Son inocentes. ¿Los hay? Sí, los he encontrado. Están en los loqueros, a veces debajo del agua, o en un bodegón. Me topé con una artista en Neuquén, parecía una piedra de oro tirada en la montaña. Hablando horas y horas con esa vieja mapuche supe que ella era la vida y era el arte. Me dijo que antes de hablar conmigo iba a soñar conmigo, que en el sueño descubriría si yo era o no una persona de confianza. Tuve la suerte que al otro día me hablara y pude entender la lengua del viento. Ella encarnaba todo lo que yo había puesto en la utopía del arte. Ella era la poesía, mientras tomábamos mate, me acariciaba la mano y escuchábamos al viento. 

Cuando esos auténticos artistas toman conciencia de lo que son, racionalizando lo que son, esa conciencia los “ensucia” y dejan de ser lo que eran en el mismo momento en que lo descubren. El espejo se rompe en mil pedazos. 

Hay también gente que tienen conciencia de lo que es el arte, a partir de la reflexión sobre lo que están creando. Y aquí surge otra vez la división. 

Están quienes actúan de artistas, impostan de artistas y a partir de la cristalización de la pose y del rol pervierten y depravan el verdadero sentir del artista. Cuanto más crece el reconocimiento social más pronto se convierten en la máscara, en la payasada de aquello que, como hombres, alguna vez fueron. 

Hay otros, los hay, los hay, que sufren con el peso de esa conciencia y pese a todo intentan mantenerse limpios, lo limpio que se puede ser en la gran cloaca. La pregunta que se hace esa clase de artistas es: ¿Estoy vivo o estoy muerto? 

Yo creo que se responden, con vómitos y balbuceos. Creo que el artista de esta raza sabe que está muerto, condenadamente muerto, y tiene miedo de estar muerto y por eso hace arte. Para escapar de su muerte. 

El espejo roto

1.

Al erguir sobre una misma montaña los fantasmas del exilio y de la muerte, los antiguos griegos dieron cuenta de una refinada crueldad. Más todavía, de su devota visión teatral de la criatura humana, movida sin pausas, al antojo del viento del destino. Que el condenado optara entre el naufragio de su alma en la lejanía no buscada, y como tal irredenta, o la entrega del cuerpo al tan ávido como demoledor pico de las aves de carroña. 

2.

Conocí el exilio, doy fe que el alma en su dolor se estremece, y su música es un violín de lata bajo un cielo siempre en nieblas que decae. Soy testigo: el cuerpo se aleja del alma, a quien diera refugio, y vaga en una soledad sin tiempo ni huellas. 
La única estrategia del sobreviviente es el delirio continuo de reconstruir el paraíso perdido. La sed nunca saciada es una llaga. A ese madero en llamas me aferré con uñas y dientes. Viví para contarlo. Mis palabras son las marcas de una pobre hazaña. 

3.

El escenario donde prosigo es un país del confín en ruinas. Tierras bajo las aguas, agónicas, cada vez más turbias... 
Materia que abunda: el excremento. 
Olor que persiste: vómitos del desamparo. 
Color que reina: amarillo de la peste y el marrón piel de ratas del engaño, aún a coro. Ciénaga. Piélagos...
Estado de ánimo: sobrecogido ante el horror de estos días. He visto como la muerte devora las últimas carnes del hambriento. (¡Oh, niños, esos ojos...!)
¿Cómo estamos por casa? Aterido en la lluvia. Extenuado. La lluvia es un acero que me golpea en la nuca.
Lo denuncio: ¡Me han robado el delirio de mi paraíso perdido! 
¿La impunidad es anterior a la conciencia, o es el fruto venenoso y postrero de quien subido al cadáver ajeno se siente impune?
No más preguntas ante la eternidad: los muertos están solos y desnudos.
Apenas besaré una sombra...

4.

¿Podemos hablar de un cristal que estalla en nuestras manos? 
¿Qué fue de la verdad amorosa en esos labios dulces que no podían mentir porque los hijos perdidos en el tiempo más amargo eran los ojos y los oídos y la alegría del cielo sin mácula que se quiso construir sobre la tierra, sin mácula... 
Yo escucho ahora de esos mismos labios la realidad fingida, opaca... O peor todavía: el grito oscuro, sin misericordia, que profana un gran sueño, sin misericordia...
¿Dónde está la armonía de aquella voz creída como luz en las orillas...?
¿Habrá que proteger la historia con usuras del alma, aunque aquella voz creída no brille más...?

5. 

Esas hojas, como un primor de adioses cruzan el aire. Y después, sentado frente a la ventana que da al pequeño jardín que abunda en sombras, pero no agota el verdor de las plantas que te dejó tu madre, fijas la atención en los gatos que ronronean sobre la mesa, y tu escuchas, como si fueran palabras del amado Nietszche, o del amado Artaud; allí, en ese instante, tan frágil que hiere, como un rocío, te abres al recuerdo de amargas sentencias: 
"Hacéte amigo del juez"...
"Del árbol caído buena es la leña"...
La saña de lo real es tan vulgar que te duele sin consuelo...
Nunca saciado, insistes en tu manía en preguntar a viva voz lo que de antaño supiste en secreto...
¿Por qué aquellos que te abrazaron junto a las fogatas, en la inhóspita mar que acechaba en sus bajeles, disputan hoy a boca de perro quién te causa la mejor herida...?
¿Ha sido la inocencia la cuna de tus pecados?
¿O sólo fue la arrogancia del poeta que abre todas las puertas convencido – locamente convencido – que desde los escondrijos de la verdad asoma en puntas de pies la belleza...
¿Es esa belleza sin tapujos... es esa verdad como la rosa revolcada en el chiquero lo que te aterra...?
Y a la hora de rendir cuentas, qué me dices de tu alma: ¿habrás cuidado las plantas de tu madre lo suficiente...?

6. 

Hay lenguas de lo perverso; hay silencios sumisos, susurros sinuosos, y medio tonos eficaces como dagas...

El barco había encallado y el espejo estaba roto para mí; ya no tendría dónde mirar para encontrar las sombras de mi paraíso perdido... La historia tocaba fin.

Así navegaba yo los ríos de mis sentimientos en estos días en que volví a los Países Bajos de mi exilio. (Veinte años después; no es nada, me dije, entre músicas de infancia, sólo los amores, las heridas...)

Otra vez los canales en círculos de Amsterdam y sus aguas ateridas para el chapoteo de los patos de pecho azul; otra vez los bares marrones de inauditas maderas y tufo de cerveza; y las cien ferias de quesos y pescados que se comen crudos con cebolla. Otra vez las cien lenguas cruzadas con beatífica armonía en el delirio de Central Station o bajo la fina lluvia en el Nieuwmarkt. (a pocos pasos mi hija Aimée, la que nació en la Calle del Arbol, pinta y siente que la belleza del mundo se inicia en ese día, y vende helados en Toffani y gana para su comida). Otra vez mis diálogos secretos con las muchachas eternas de Vermeer en el Rijksmuseum, o mis secretos poemas para las muchachas desnudas en las vidrieras sin flores del barrio rojo; otra vez los pobres sin misterio para la pobreza, que comen papas y huelen a papas en la casa de Van Gogh...
Todo parecía igual. Nada era igual. Mi alma no sonaba junto a las campanadas del Oude Kerk. 

Ya no me perseguía la muerte con la cuchilla de la dictadura. El nuevo enemigo era sutil en su crueldad y como una sombra profunda se metía en mi cama por la noche y hasta en mis sueños de la vigilia. Era una tristeza envuelta en sábanas de hielo. Una sensación horrible, por áspera y opaca, que perforaba los labios hasta inundar de aire amargo la garganta. Era la derrota de una ilusión, un paraíso perdido que se deshacía sin deseo como migas de pan entre las aguas altas.

7.

Me desperté con el cansancio que nos deja haber vivido un sueño profundo. Sin dejar la cama escribí el poema del sueño, lo necesitaba para calmar la angustia de un conocimiento: pronto sería una sombra más persiguiendo la vida, en reclamo del desprecio de una ilusión.

Días más tarde estaba vestido de negro sobre el escenario de la biblioteca de Rótterdam. Leí mis poemas de antes y de ahora frente a mis viejos compañeros del exilio, los que habían echado raíces en las tierras exultantes de lirios de los Países Bajos, y sentí el desgarro por mi hija que se quedaba allí, buscando la belleza, pero también tuve una percepción profunda que me calmó: debía volver a mis tierras inundadas, ahogadas en el saqueo, aunque estuviera roto, sin reparo, el espejo de aquellas mujeres dolientes donde yo me había mirado en anhelo de la verdad. Sabiendo también que aunque ya no me devolvieran la imagen de esa verdad, seguiría amando el relato de sus años inocentes. 
Los muertos no tienen dueños. Apenas soledad en el cementerio de la memoria, me dije, y pensé en Rodolfo y en su carta, antes que lo secuestraran, contándonos la muerte de su hija Victoria.

Al día siguiente tomé el avión a Buenos Aires. Mi hija Aimée me despidió en el aeropuerto de Schiphol. Una foto amarillenta de cuando era muy pequeña y yo la sostenía en brazos, la había convertido en el centro de un cuadro que resplandecía en la armonía de sus dorados. Fue su presencia que arrimó a mi alma con delicadeza y dijo: los veré en el verano. Sus palabras tuvieron el mismo aire que estremece las cañas de bambú.

8.

La tormenta que sacudió el avión no perturbó mi sueño.
Bajé medio dormido. Había llovido en Buenos Aires y una neblina de plata hacía flotar los árboles en el camino a casa.
Escribí con letra temblorosa por la impaciencia en el dorso de mi pasaje: 
¿Sabían los antiguos griegos que entre las sombras del exilio nacen ramilletes de luz...?
¿Sabía yo que desde el estupor ante la vida la inocencia nos inicia en la precaria felicidad humana?
¿Habrá que tener piadoso olvido por el que nos hiere, cuando no tiene conciencia que nos hirió...?
¿Desde los árboles del paraíso perdido, quién me habló del corazón desnudo...?

9.

Rodeado de sombras, ante el anuncio de mi propia sombra que me persigue, admito que menguan mis deseos para construir otra vez el paraíso perdido. Y sin embargo anoche en un sueño, una niña se plantó frente a la mesa donde escribo. No tenía carnes, solo huesos, mendrugos de huesos. Me tomó de la mano y me introdujo en una caverna. Los perros mastines se abalanzaron sobre nosotros, sentí que me desgarraban. En mi desesperación subí a la niña sobre mi espalda. Di un último aliento a mi cuerpo ya torpe y maltratado en las derrotas, y me animé a mirar la frágil luz que titilaba en el fondo de la caverna. Los perros se quedaron con algo más de mi cuerpo, pero igual caminé hacia la estrella. Sentí que la niña se reía.

Buenos Aires / Amsterdam. Mayo de 2001

Fuente 

- Revista Cerdos & Peces (Extraído de la edición de agosto de 1990) 
- Blog: www.revistaculturalelviento.blogspot.com
- Libro Belleza en la Barricada, Antología poética 1971-2007. Ediciones ryr

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